Recapitulación

Hay un algo de silencio.

Una rosa,

una espina.

Un atardecer de espacios en blanco.

Donde las metáforas,

sucumben,

y las letras se detienen,

ante el palpitar de una sonrisa.

El cuando y el quizás,

se entrelazan en las calmas solitarias.

Las afirmaciones táctiles,

pasan desapercibidas,

ante el éxtasis,

de la armonía perfecta.

La luz de mi memoria,

atenuante de la embriaguez,

que mora en el subconsciente.

Tanto la piedra que zozobra,

en el cuaderno de tinta negra,

como la lechuza en mi ventana,

trae a la comadrona de mi nacimiento eterno.

El decir con palabras,

el ahuyentar el alma de espantos,

y el detenerse en el umbral,

es parte de mi vida.

El ahora y el aquí,

no son más que luciérnagas.

Plano Fundamental

Yo me abro ante la calma sutil de un pétalo.

Me abro sin querer refugiar mis labios,

en pasiones desconocidas.

Ese portal interno que habita en el alma,

se cultiva así mismo de lilas y margaritas.

Pareciera una forma de vida etérea.

Donde los suspiros y las mieles de las caricias,

pasaran a otro plano de conciencia.

Me llena la furia por el viento,

y descanso en el agua primordial de mi vientre eterno.

No hay toque que establezca cuan grande es el amor,

que por dentro lleva la marea de mi corazón.

Gacela blanca,

libre,

sin ataduras.

Descalza,

ante el templo natural de la tierra.

Desnuda de paralelismos sin sentido.
Concedida de miles de estrellas bendecidas,

en medio del silencio ancestral.

Y por medio de las voces que alimentan,

el cosmos de mi frente,

puedo albergar mariposas y luciérnagas,

en mis labios.

Sueños.

Memorias

Alba detenida en el tiempo.

Se estremece,

acariciando una hoja púrpura de poesía.

El llanto efímero de la que sin ti descansa,

se escribe a si misma,

en el muro blanco del dolor.

Hay un temblor que yace,

Una fuga,

Un recorrido de hilos de luciérnagas,

como espanto en medio de un silencio.

Y su rostro arde,

en el fuego perpetuo,

de la pasión muerta en ramas.

Dibujé, con caricias encendidas,

mi clamor al viento.

Llamando a un claro de luna,

silencio.

Repitiendo al sonido de la marea,

los llantos de estrellas,

con el vasto nombre de la nocturnidad.

Y el vestido azul de cenizas,

Me ha indicado el cuerpo poético,

de una frase muy sublime,

donde el todo se hace en mi memoria.

Sol

Ingenua que fuí,

Al querer atrapar al sol con mis dedos.

Sin pensar que se acabaría el mundo,

Cuando el silencio,

Que cubre mi rostro,

Anidara estrellas.

Y los ojos del brillante astro,

Todavía queman.

Descienden por mi cuerpo,

Como un rayo de luz.

Signos

Los signos del alba enfurecida,

han penetrado en la cabeza de la ironía,

como un arma mortal.

Los destellos de las silabas dormidas en mi silencio,

gritan,

asomando la luz que proviene de la furia.

Este dilema inconcluso,

donde las verticales obras,

se oxidan,

en el museo de la memoria.

Pero la acalorada sinfonía de letras,

se fija entristeciendo mis sentidos.

Es propio el saber de la hora muerta,

donde la que habita en el espejo habla,

y se enmudece la pasión.

Y nunca, es para siempre.

La que canta desde el ventanal esta llorando.

Se dedica si misma la melodía de la ausencia.

Clavando desdenes en la pared agrietada de recuerdos.

Mientras los lobos,

amigos incasables de la magia,

restablecen el camino andado de flores.

Cubriendo con aullidos de poder,

las cimientes rocosas, pero hermosas del firmamento.

La Espera de la Palabra

Entretanto,

La ola crece.

La poesía se anida en el silencio.

Las voces que amordazan,

al espíritu,

Son aves rapaces de ironía.

Creces tu,

dueño de los sueños,

y señor de las cenizas.

Te haces fuerte en mi misterio.

Infiltras tus cantos,

en medio del corazón incauto.

Crees tenerme.

Aumenta la espera,

en el umbral nocturno.

Te solidificas.

Quieres hacer de mi una oveja,

un gorrión enjaulado.

Soy y no soy.

Albergo lilas en mis pupilas.

Y dentro de mi espejo,

solo habita la furia.

Ya la nada es sumisa.

Albergo abejas en mis cabellos,

y destierro de todo mal,

las sombras que cautivan al pájaro.

Y llueve adentro,

como cuando las lágrimas,

ausentes de memoria,

recorren las rocas de mis mejillas.

Ausente,

El campo forrado de flores.

Guarecerme.

Esperar un tacto frío,

de tus manos silentes.

Evitar la guerra,

donde las letras y los espacios,

son los marcadores,

de un duelo que se acerca mortal.

Sortilegio

Te llamo por tu nombre.

Me falsifico una palabra.

Enredo la melodía sumisa del silencio,
Entre mis cabellos navegantes de poesía.

Vuelvo la mirada hacia tu brillo,

Me hechizo,

Me envuelvo en la dulce pócima,

Que yo misma he creado.

Navego por los horizontes,

De tus escamas negras,

Y me entretengo silbando al viento.

Dos lámparas que alumbran tu entrecejo,

Dejan ver el azul de su luz.

He tragado las letras de este poema,

Me he envenenado el cuerpo de profecía.

Tantos años siderales,

Para realizar,

Que mi fantasía mágica,

No es mas que un viaje en el tiempo.

Donde tu como ave inmortal,

Penetraste en el umbral de mi consciencia.

Volando entre las palpitaciones de mis sienes.

Hurgando mis entrañas ahora vacías de sentimiento.

Y es entonces el tiempo fuera del tiempo,

Donde se remarca la ausencia de tu presencia.

Las voces han callado.

Y los ojos hablan,

Los míos lloran.

Por que el sortilegio de mis manos,

Se ha manifestado.

Dominio de la Luz

Veo las figuras del silencio,

En una mañana que parece fuego.

Cantar y exorcizar el alma,

De los padecimientos adheridos al cuerpo.

Renombrar tu nombre,

Entre los labios rotos de un candil.

Y la magia se consume,

En el verso que no digo.

Manifiesto la elegía,

La dolencia,

El clavo marcado por la sonrisa,

Todo aquello que me indique,

La salida hacia el espacio en blanco.

Ya nada es cierto.

Las luces del dominio,

Se encierran asi mismas.

Se enfrentan al lúgubre desafío de la memoria.

Los escombros,

Que dejaron las tormentas del pasado,

Han comenzado su deseo fortuito,

De desvaneceserse.

Aunque el llamado del verbo,

Que no tiene nombre,

Establece sus propias reglas mudas.

Y se extravía en multitudes,

Donde el azul permanece intacto.

Cantos de Arena

Y desaparece el funesto destino,

Como rayo acalorado de silencios.

Un mar..un océano de lágrimas que acarician el ventanal de mi alma.

Refugio de pasiones olvidadas.

Tendencias de sílabas suicidas por medio de un intento,

A esbozar algo parecido a la poesía.

Vierte su armonía intrínseca,

Donde las pálidas caras se reflejan en los espejos,

Y mienten.

Mas allá del cielo de la memoria,

Se acurruca en desvelos sonámbulos,

Donde los epitafios concurren,

En versículos desordenados.

No hay armonía para los muertos.

Se han enterrado en hondas cavidades,

Los recuerdos de una melancólica lejanía,

Un atardecer que vitupera romances perdidos,

Amantes siniestros,

Oscuridad.

Y la noche cabalga por los desiertos blancos,

Donde la mujer de vacía mirada,

Se dispone a enterrar su salida de este mundo.

Descalza y sin temores,

Atestigua que no a dejado de morar en la calida arena,

Que su voz se dispersa entre los vientos del sur,

Y que vuela mas allá del tiempo indefinido por el hombre.

Encrucijada

Sola ante el hambre de luz.

Viva entre mortajas azules.

La niña ojos de fuego a divisado su muerte.

Y a comenzado la encrucijada.

Parada, detenida en el tiempo de voces,

se desnuda el viento que acaricia su rostro.

Y ante el aura solar,

se materializa el intento de dar el paso hacia

el crepúsculo de una mirada.

Un susurro, un palpito reconocible,

en la distancia de un momento.

Alza su mirada al cielo,

y divisa las aves circundantes de estrellas.

La muerte a recogido con alegorías su efímera existencia.

Llenando el vacío blanco que había en su interior.

El Recuerdo

A veces,

Como un charco en la memoria,

Apareces a tientas,

Como un silbido,

Un ruido ancestral,

Donde ya no se conjugan los verbos,

Y se recrea el mal.

La Noche Oscura del Alma

A la Soledad

Como he querido ver en las sombras tu reflejo.

He destinado mil auroras de ensueño,

He arrojado mis claveles al viento,

Y tú navegante incansable de recuerdos,

Te refugias en mí como yo en ti.

Palpas,

Acaricias,

Las monedas de oro del sueño.

Y en este interminable flujo de días,

Te descubres,

Como alma inmortal,

En medio de los rosales espinosos.

Donde las noches se refugian de sus inacabados bordes,

Y las formas no se calculan en visión alguna.

Pero hablas,

Dialogas con ella,

Te dejas ver en un tumulto de frustraciones,

Desplegas las alas y pronuncias,

Vituperas,

Lo que hay en tu interior.

Aquí yace una descolorida niña ancestral,

Que describe la soledad inaudita de los huesos…del alma.