Como he querido ver en las sombras tu reflejo.
He destinado mil auroras de ensueño,
He arrojado mis claveles al viento,
Y tú navegante incansable de recuerdos,
Te refugias en mí como yo en ti.
Palpas,
Acaricias,
Las monedas de oro del sueño.
Y en este interminable flujo de días,
Te descubres,
Como alma inmortal,
En medio de los rosales espinosos.
Donde las noches se refugian de sus inacabados bordes,
Y las formas no se calculan en visión alguna.
Pero hablas,
Dialogas con ella,
Te dejas ver en un tumulto de frustraciones,
Desplegas las alas y pronuncias,
Vituperas,
Lo que hay en tu interior.
Aquí yace una descolorida niña ancestral,
Que describe la soledad inaudita de los huesos…del alma.
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