En mí ya es noche.
La oscuridad va y viene,
Pero en mí alma,
Se cubre una luz oscura.
Los asesinos de la palabra,
Se pasean por mi lecho,
Y claman al silencio,
¡Mí silencio!
Malditos profanadores de la sílaba inerte.
¿De que estoy hecha yo?
¿Acaso no es de palabras?
¿O de duras y extensas letras del espíritu?
Mil vocales muertas,
Se acurrucan en mis sentidos.
Y mis piernas,
Ya no son más.
Ahora alcanzo el firmamento negro.
De versos escondidos,
Bajo un pliegue de amor.
Hablo con los muertos,
Mis muertos,
Que habitan en mi cerebro,
Y que me hacen doler.
Y ellos sienten,
Padecen,
Las palabras y consignas hermosas.
Haberse sentido ser ave nocturna,
Con mis vocales muertas en el pico.
Sobrevolar el cielo ávido de versos,
Poblar los árboles en la fría y negra noche del alma.
Sin embargo son ellos…aquellos que quieren dar vida,
A mi voz escrita.
No encuentro la salida,
A tanta osadía.
Hasta que llega el final del tiempo en el tiempo.
Las alegorías no son más.
Y las palabras fluyen,
Como ríos de ceniza,
Suavemente.
Dejando en su rastro,
Miles de letras incoherentes.
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